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KAMARONES, JUGOSLAVIJA

Lažno je sunce, istina je njegova putanja. 

En 1954 llegaría, a la recién formada República Federal Popular de Yugoslavia, un contingente de personajes a caballo con enormes sombreros: hombres de bigote corto y mujeres arropadas con rebozo entonando loas a la revolución.

 

Pronto, serbios, croatas, bosnios, eslovenos, montenegrinos y macedonios (entre un variado etcétera) comenzarían a cantar en su propia lengua y al ritmo del mariachi que veían surgiendo desde los proyectores de las salas de cine.

 

Territorio de excepción, el México imaginado por directores de cine nacionalista como Emilio (El Indio) Fernández y cinefotógrafos como Gabriel Figueroa, se convirtió en parte fundamental de las fiestas, aspiraciones y sueños comunes de una república inspirada en la diversidad. La proliferación de mariachis yugoslavos en las fiestas familiares y en diversos episodios de la vida pública de los Balcanes es un recuerdo entrañable para una generación que vio desaparecer, no sólo al país en que aquello ocurrió, sino al mundo en el que la aspiración de un México ilusorio era una condición natural colectiva de diversos pueblos eslavos.

 

Alimentado de lo que ha sido denominado como yugostalgia o yugonostalgia, Kamarones, Jugoslavija ensaya la posibilidad de un viaje a la Yugoslavia imaginaria a través de la geografía de un México alegórico. Recuperando los paisajes, historias, personajes, música e iconografía del México del nacionalismo revolucionario, y contrastando su vigencia como sendero utópico a partir de la memoria de la población que integró el que se reveló como un proyecto de nación fracasado, este ejercicio busca poner en relieve el valor emocional (e inclusive político) de la contingencia de identidades artificiales.

En verano de 2018 la Expedición de Stultifera Navis Institutom recorrió Croacia, Bosnia, Serbia y Montenegro en búsqueda del pueblo de Kamarones, inspirado en el homónimo pueblo veracruzano. Esta falsa premisa, la búsqueda de un barrio mexicano en medio de los Balcanes, sirvió como un disparador de la memoria narrativa de la Yugoslavia unificada de los años cincuenta.

A partir de ello, se recogieron testimonios, de cómo las canciones e imágenes de México creaban estrategias emotivas diversas entre los yugoslavos de la posguerra para afrontar con optimismo el futuro. En la ex Yugoslavia hoy en día, donde hablar de esa época ha sido velado por el discurso oficial o por los antagonismos étnicos y religiosos, hablar de México era una vía alterna para hablar del pasado común sin miedo o confrontación política. Curiosamente este mismo mecanismo lo reconocimos en nuestra investigación histórica: el mariachi es un territorio neutral, dice un personaje de una película de Emir Kusturika ambientada en la posguerra yugoslava.

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