Hace aproximadamente siete siglos, una tribu nahua fundó México-Tenochtitlan sobre un islote de la zona lacustre del Valle de México. Habían peregrinado durante más de dos siglos, después de abandonar su antiguo hogar, Aztlán, siguiendo el designio de sus dioses para formar el más grande imperio que conoció Mesoamérica. Con la Conquista española, el antiguo asentamiento se convirtió en el centro político del Virreinato de la Nueva España, tomando su nombre del pueblo que la había fundado y que más tarde se extendería al país independiente: los mexicas.
Durante cinco siglos la Ciudad de México ha sido una metrópoli que concentra el poder político, económico y cultural del Estado mexicano. Durante ese tiempo a su vez, la depredación del área lacustre ha sido un constante e ilusorio proyecto de modernidad que, amenaza en el corto tiempo, la supervivencia de más de 20 millones de personas que hoy viven en el Valle de México y de más de 200 especies de animales y plantas.
“Adiós al Valle de México” se construye desde una propuesta imaginativa que recobra el antiguo espíritu peregrino de los aztecas: que nos vayamos todos. Abandonar el Valle como un ejercicio paralelo de congruencia ambiental, de descentralización radical, de inspiración mítica hacia la recuperación del “atl-agua” y de entusiasmo imaginativo por la redefinición de la mexicana como una identidad en movimiento.