Sobre los recintos divinos, la comunión, la historia y la vida de un mundo futuro
Fragmento del “Tratado sobre arquitecturas colapsadas”, creación colectiva como parte del programa Des_Territorio (2019)
Jesús ha dicho:
“El reino de Dios está dentro de ti y a tu alrededor, no en edificios de madera y piedra.
Corta un trozo de madera y ahí estaré. Levanta una piedra y me encontrarás.”
Eso escribe Tomás en el Evangelio secreto, hallado cerca del Mar muerto, conteniendo dichos de Jesús el viviente.
Levanta las piedras, corta las maderas; pero no hagas edificios…
Nos hemos empeñado en construir moradas para Dios en todas las ciudades. Pero, ¿quién ha levantado hoy una piedra?
Se yerguen hoy nuestras parroquias al cielo, ¿pero acaso hoy alguien sostiene en su mano un trozo de madera?
¿Para qué sirven maderas y piedras cuando no edifican, sino para romper las edificaciones?
Por eso en verdad, o sin verdad, os digo:
Bienaventurados aquellos que han encontrado vida en la ruina y se han levantado contra las edificaciones dispuestos a la destrucción sagrada.
Bienaventurados los que no detentan verdades pues su duda les otorga un último espacio de libertad.
Bienaventurados los anónimos, los no-nombrados, los olvidados de los programas oficiales, porque en ellos subyace la esperanza de la rebelión inesperada.
Bienaventurados los que no tiene identidad, porque de ellos será la noche en que se abolan las diferencias.
Bienaventurados los que no encuentran consuelo, porque seguirán buscando y su llanto cubrirá de reclamos los discursos oficiales.
Bienaventurados los que no participan, pues su soledad obligará a las multitudes a pausar su entusiasmo.
Bienaventurados los que no han sido fotografiados, pues su rostro es el testimonio de un acertijo ajeno a los paradigmas digitales.
Bienaventurados los que odian el presente, porque será de ellos el hallazgo de la antigüedad.
Bienaventurados los que limpian las banquetas, pues sus brazos acelerarán la erosión de nuestro tiempo.
Bienaventurados los que conspiran, porque suyo será el silencio.
Bienaventurados aquellos que se cubren el rostro, pues sus ojos contendrán el resplandor inherente al género humano.
Bienaventurados quienes se doblegan, pues su rendición será testimonio de una resistencia fracasada y cuya suma en otras acumulará rebeliones.
Bienaventurados los que callan, pues su silencio hará dudar a quienes vigilan.
Bienaventurados quienes no se organizan, pues su furia hará inútiles los sistemas de predicción.
Bienaventurados los desalojados, los sin-techo, pues a ellos la ciudad les tiene deudas.
Bienaventurados los que temen, porque pronto se encontrarán acompañados por millones. Y aquellos que no temen, temerán haber no temido.
Porque en verdad o sin verdad os digo:
Nos encontramos en los últimos tiempos. Nacimos a un siglo donde se extinguieron los profetas y las revoluciones. Y ahora inicia otro tiempo sin historia consecutiva, un tiempo de acontecimientos que avanzan y retroceden, como mareas.
Sean pues, apóstoles de las piedras y las maderas. Lánzaos a todos los rincones de la tierra, a quebrar ventanas, a quebrar puertas, a incendiar los edificios vacíos.
Lleven estas palabras a todas partes, para que la gente deje de construir edificios y encuentre a Dios en el colapso de los ya existentes.
Sea esta, palabra nuestra.
Predicación realizada el 19 diciembre de 2019, frente a la catedral de Ciudad Madero, Tamaulipas
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